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lunes, 17 de marzo de 2014

Un triángulo entre niños

     Recuerdo, Ana, que teniendo 15 años empezó a llamarme la atención
 tu hermana mayor, ella tenía 13 y tu 10.
Ella ya tenía curvas y era bonita, no tanto como tú, pero tu en vez de 
curvas, tenias tus delgaduchas piernas.

Una vez más, los amigos impulsando el asunto, todos tenían que ver con tu
hermana, crecimos todos juntos y fue la primera chica con buenas curvas
que vimos entre nosotros.
Entonces pasó algo curioso:

Cuando supiste o te fijaste que me gustaba tu hermana, me lo preguntaste.
Yo te lo conté y entonces te esforzaste en que ella y yo llegásemos a algo.
Mucho tiempo después comprendí cuanto me querías, que en tu pensamiento
de niña, enamorada, querías que fuese novio de tu hermana para estar más cerca, mas tiempo.

Y con tu hermana pasó algo aún más curioso:

domingo, 16 de marzo de 2014

Ana me regala flores y yo la llamo patas largas


Aún no cumplía Ana 10 años y yo 15 (Le llevo 5 años) cuando ya ella, 

por esos aires de madurez que llegan primero a mujeres que a hombres,

me regalaba flores.

No, no eran flores bonitas, compradas en un ramo. Más bien eran o flores

que cortaba en cualquier matero de alguna doña de las cercanías o alguna 

que se robaba de su casa. Hoy no recuerdo las flores, la imagen no me viene.

Solo me imagino flores viejas...


La cosa es que Ana era una niña delgaducha en extremo, era bella,

lo es. Pero nuestros amigos de toda la vida bromeaban con sus piernas delgaduchas.

Yo, como todo chico tonto que se respete, les seguía el juego. En cuanto Ana

me entregaba una flor y me miraba con ojitos brillantes y arrancaban a burlarse de ella

y de mí por ser el objeto de su atención, le soltaba:

 - ¿Estás loca, patas largas? Pareces una garza.

sábado, 15 de marzo de 2014

Ana

     Ana, me parece que nació para ser mía, pero luego pienso que de ser así no la amaría yo tanto. Cuando uno ama tanto a una persona es seguro que no sea correspondido, al menos no por completo, al menos no por Ana.

     En este diario, les traigo mi historia con Ana, la niña de ojos grandes y negros que me gustó desde los 8 años, aunque yo no lo sabía. Siempre la traté de mocosa y fastidiosa, pero Ana creció y yo siempre noté que aunque por fuera decía que me molestaba, por dentro la pensaba mucho y siempre la miraba, siempre.


 
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